Etiquetas

En Prensa



La diferencia está en la sonrisa

El Día internacional de las personas con síndrome de Down se celebró ayer protagonizado por un manifiesto con el que el propio colectivo expresó su deseo de una mayor integración social. Sus autores cuentan las demandas

 
Ana Pérez, Esther Ariznabarreta, Rubén Barbero, Álvaro Martínez, Markel Herreros y Aitor Cuesta sostienen el Manifiesto Down que han elaborado durante los últimos meses.
 
Ellos son diferentes. Porque sonríen cuando no parece haber motivo para ello. Porque luchan a pesar de que muy pocos consideran que puedan cambiar las cosas. Porque son tozudos para encontrar trabajo cuando el mercado no les ofrece expectativas y porque hacen planes de futuro cuando nadie ve un futuro para ellos.
Son distintos y su sonrisa es la que marca la diferencia más allá de que parezca que la establece la genética, por haberles dado un tercer compañero de viaje en el par de cromosomas número 21 que les hace tener el trastorno conocido como síndrome de Down. Pero sonríen, porque para ellos la vida merece la pena. Y porque en una sociedad que ha olvidado reír, ellos siguen a pies juntillas la filosofía del más famoso vagabundo interpretado por el genial Charles Chaplin de que un día sin una sonrisa es un día perdido. Y aprovechan cada uno al máximo.
Ayer lo hicieron todavía más. Porque era su jornada y decidieron salir a la calle para recordar a la gente que son diferentes, sí, pero muy capaces. Con su mejor arma que, al final, es la que desarma al resto de la ciudadanía. Porque ellos ganan la guerra del puedo con la del quiero y nadie puede resistirse a una sonrisa abierta y una franqueza demoledora. Sin malicia, con cercanía y también reivindicativa.
Por ello decidieron que el Día internacional de las personas con síndrome de Down fuera este año aún más especial. Y han trabajado desde hace meses en la asociación Isabel Orbe para que su voz se oyera más que nunca. "Nos dimos cuenta de que los padres hablábamos mucho y que no les dejábamos decir nada", comenta Josu Izuskiza, presidente del grupo y padre de un chaval con síndrome de Down. "Por eso les pedimos que escribieran lo que ellos querían y eso les costó un poco más porque hablan mucho, pero escribir no les gusta tanto", sonríe.
De estas ideas surgió el Manifiesto Down, una declaración de intenciones que refleja las necesidades del colectivo contadas por los propios afectados y que recuerda lo que piden a la sociedad: respeto, aceptación, autonomía y leyes que defiendan sus derechos. "No queremos que a este manifiesto le pase lo que a la mayoría: que se lea, aplauda y luego nadie se acuerde", advierten los firmantes de la nota.
más que buenas intenciones Porque ése era el principal temor, por ejemplo, de Aitor Cuesta. Que su escrito se lo llevara el viento y las buenas intenciones se quedaran tan sólo en eso. "Un manifiesto se olvida, así que pensé que se tenía que hacer algo más", recuerda. Dicho y hecho. Poco a poco y con la colaboración de todos se llegó a la conclusión de que pedir firmas de adhesión al documento serviría para hacer una llamada de atención.
Y para ello trabajaron, entre otros, Rubén Barbero, Esther Ariznabarreta, Ana Pérez, Markel Herreros, Álvaro Martínez y el propio Aitor. "Yo escribí que se tratara a las personas con respeto porque parece que hay gente que no lo hace", solicita una activa Ana. Ella es una afortunada porque lleva un año ganándose su puesto de trabajo como recepcionista en la clínica La Esperanza. "También pedimos que se nos tenga en cuenta para el trabajo, la ayuda de la familia, la sonrisa y el cariño", explica elocuente.
Esther, representa esto último por todos sus poros. Y la ilusión. El sueño de poder llegar a ser monitora de tiempo libre. "¿Crees que lo conseguiré?", cuestiona constantemente. Ana le toca el hombro y le asegura que sí. Con esfuerzo se logra todo y Esther ya está aprendiendo a leer y escribir para llegar lejos. Por ello, su colaboración en el manifiesto ha sido más gráfica. El dibujo del cartel es suyo y refleja el trabajo de sus compañeros estos meses con un montón de caras y nombres de quienes han participado. "Hago muchos dibujos, el cartel es mío", presume orgullosa.
Esta semana ya tenía los esquemas hechos sobre lo que debía llevar a cabo ayer y lo ejercía con diligencia en la plaza de la Provincia. "Voy a vender camisetas y pintxos", explicaba preparada antes de que la gente se paseara por el lugar. A su alrededor un puesto informativo, venta de camisetas y pins y el grupo La Habana animando la carpa con sus bailes de salsa. A la tarde teatro y magia en el centro cívico Iparralde, donde además se leyó el Manifiesto Down.
Por allí, un trío muy peligroso formado por Markel, Álvaro y Aitor. "Estamos muy animados", reconocían. Y es que habían trabajado duro para que todo saliera bien. Sobre todo, Markel. "Al ver que esto salía adelante, nos movimos todos. Yo pedí que se nos respete como somos. Somos distintos que ellos, pero podemos tener amigos", reivindica este aficionado al TAU que sueña con ser monitor de caballos.
Y es que para todos ellos la realización pasa, en gran medida, por la inserción laboral. Álvaro, por ejemplo, trabaja en Lehendakaritza y ha sido el encargado de conseguir la adhesión de Ibarretxe. "Reparto el correo, pongo el agua, la leche, los periódicos porque vienen luego todos los consejeros", explica este cocinillas experto en elaborar fabulosos platos. Por su parte, Rubén también pasó por la sede del Ejecutivo y ha estado trabajando como jardinero en Escolapios y en el ToysRus aunque su sueño también pasa, como el de Esther y muchos otros, por la asociación. "A mí me gustaría ser monitor de tiempo libre. De momento, ahora estoy buscando trabajo", se ofrece con una sonrisa. Mientras que una posibilidad laboral se abra también para él, Aitor estudia en la escuela de hostelería de Gamarra para llegar algún día a ser un buen cocinero. "Me gustaría. Sé que es muy difícil, pero puedo conseguirlo", argumenta confiado.
En definitiva, respeto, trabajo, autonomía y confianza en sus posibilidades. Reivindicaciones que ayer contaron a los cuatro vientos para que el resto de la sociedad supiera que hay que ir más allá de la apariencia y comprobar las habilidades de todas las personas. Porque, efectivamente, a veces ellos ganan la guerra del puedo con la del quiero.
Leer más...